EN POCO MÁS DE UN
AÑO
General sin los
dotes del genio militar, hombre de estado sin fisonomía acentuada…
Sus virtudes fueron
la resignación y la esperanza, la honradez del propósito y el trabajo
desinteresado.
Desde la sublime
creación de la bandera, a la desobediencia y a la peor de las exigencias: la
orden a perderlo todo. Entre las batallas que salvan definitivamente a la Patria y las derrotas que
dejan a los enemigos dueños irremediablemente del Alto Perú, todo ocurrió entre
el 27 de febrero de 1812 y 14 de octubre de 1813. Todos conocemos la vida de
este hombre, que al igual que San Martín, lo dieron todo por un fin común, la
libertad, sin medir sacrificios, consecuencias, ni la maledicencia. Recordamos
los años anteriores dados a la futura patria, a través del Consulado con sus
medidas previsoras, que alentaban la producción y el bienestar. Sus actividades
como integrante de la Primera Junta
y su ida al Paraguay, donde aunque sin éxito militar, logro que se consolidara
un país y no se convirtiera en un obstáculo más, como lo fue por largo tiempo la Banda Oriental. Ya
hemos dicho en otras oportunidades, que hombre de leyes y economista, no había
previsto el uso de armas ni el participar en combates, tal es así que tras la
derrota de los ingleses, se preocupo de tomar lecciones en el manejo de las
mismas y en el estudio de estrategia militar. Convencido de la imperiosa
necesidad de diferenciase de los godos, acude a los colores de la escarapela
nacional, ya aprobada por el Primer Triunvirato por decreto de 18 de febrero de
1812, y en las barrancas que por orden del gobierno estaba fortificando para
impedir el libre paso de las naves enemigas: el 27 de febrero de 1812,
juntamente con la inauguración de la batería llamada Independencia a orillas
del Paraná, en solemne ceremonia dispuso que se enarbolara la Bandera por el creada en
conjunción con los colores de la escarapela, bandera que había sido
confeccionado por la rosarina María Catalina Echeverría y que fue izada por
primera vez por el vecino Cosme Maciel, pidiendo a la tropa allí formada el
juramento de defenderla hasta las últimas consecuencias. Mientras tanto el
Ejército del Norte que había marchado para enfrentar el movimiento
contrarrevolucionario iniciado en Córdoba por el ex virrey y héroe de las
Invasiones Inglesas, Santiago de Liniers, tras el triste desenlace de las
ejecuciones, llega al Alto Perú, donde obtiene la primera victoria
independentista en Suipacha el 7 de noviembre de 1810, para luego ser arrollado
en Huapi, el 20 de junio de 1811, sufriendo la pérdida de más de mil hombres y
la casi totalidad del armamento, huyeron a refugiarse en la ciudad de Jujuy; allí llega Manuel Belgrano a hacerse cargo del
desmoralizado Ejercito Auxiliar del Alto Perú. El 25 de mayo Hace jurar la
bandera en Jujuy, Mientras Rivadavia en nombre del Triunvirato vuelve a
reprocharle “… la reparación de tamaño
desorden (por la jura de la bandera) y a ordenarle que abandonara el terreno
y se retirara a Córdoba… “. Una aptitud
cobarde, que dejaba desamparado el Norte, expuesto a los desmanes y represalias
de los godos. Belgrano incitado por el pueblo tucumano, ordena el éxodo y se
dispone a resistir apoyado por el entusiasmo de la gente: “Sin más armas que unas lanzas
improvisadas, sin uniforme, ni otra montura que la silla y los guardamontes. No
tenían disciplina ni tiempo para aprender voces de mando, pero les sobraba
entusiasmo”. Nuevamente
Rivadavia lo increpa y ordena que se retire, pero Belgrano le responde: “Algo
es preciso aventurar y ésta es la ocasión para hacerlo; voy a presentar batalla
fuera del pueblo y en caso desgraciado me encerraré en la plaza hasta concluir
con honor…”. El 24 de septiembre de 1812, los realistas derrotados
abandonan el campo con grandes pérdidas de hombres y armamento. Ese día se
salvó definitivamente la Patria y el eco de la victoria arrasó en Buenos Aires
con los integrantes del Primer Triunvirato. Vicente Fidel López llamó a
Tucumán: “la más criolla de cuantas batallas se han dado en territorio argentino…”.
Poco después, con un ejército mejor disciplinado, reforzado en
armamento y ansioso de cerrar los caminos a los españoles, tras un comienzo
poco auspicioso, el 20 de febrero de 1813, las fuerzas patriotas arrasan en
Salta a los españoles con la rendición incondicional de Tristán. Belrano y sus
hombres marchan al Alto Perú, toman Potosí
el 21 de junio del mismo año y mientras esperaban refuerzos en
Vilcapugio fueron atacados sorpresivamente por los realistas el 1º.de octubre.
Tras la derrota Belgrano establece su campamento en Macha, donde reorganiza sus
fuerzas, integrándolas con ocho unidades que sumaban dos mil hombres, ocho
piezas de artillería y mil cuatrocientos hombres no aptos para luchar, debiendo
enfrentar en Ayohuma a tres mil quinientos realistas y dieciocho piezas de artillería.
Tras un sangriento combate y la pérdida de quinientos hombres, debió volver a
refugiarse en la ciudad de Jujuy donde llegó con sólo ochocientos hombres y sin
artillería. Por segunda vez se volvió a perder el Alto Perú y Belgrano
sustituido en enero de 1814 por el coronel San Martín, debió marchar a Buenos
Aires, donde fue arrestado, procesado y luego absuelto con el reconocimiento de
sus méritos y honores. Entre Tucumán, que salvó definitivamente a la Patria
naciente: 24 de septiembre de 1812, Salta, Vilcapugio y Ayohuma, 14 de
noviembre de 1813… en poco más de un año…
En este mes de junio, se cumplen 245 años de su
nacimiento y 195 de su fallecimiento.
¡GLORIA AL GENERAL
BELGRANO, HEROE DE LA INDEPENDENCIA Y CREADOR DE NUESTRA BANDERA!
ANTONIO ULICIO
CURCIO
ASOCIACIÓN CULTURAL SANMARTINIANA DE LA MATANZA